El tiempo que transcurre cuando alguien cercano se va tiende a relativizarse tanto en la percepción personal que, aún con un calendario en la mano y un ritmo violento que nos invade y empuja, lo que fue, lo que es y lo que será queda todo mezclado y se transforma, irremediablemente, en un aprendizaje signado por el dolor, pero guiado por la búsqueda inclaudicable de la verdad. Porque, finalmente, cuando la existencia pasa a otro plano, lo que queda es entender los caminos que conducen a los seres humanos a acabar con la vida física de un par. Y para no perder el rumbo en el camino tormentoso y cuesta arriba que implica encontrar a los responsables del odio, lo que no hay que permitirse es creer que el amor y las convicciones sólo sirven para arriesgarnos, y que no vale la pena luchar contra la bestia porque ella siempre se mostrará más fuerte y poderosa que quienes estamos sufriendo las consecuencias de su dominio.